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  Las Dos Grandes Leyes Espirituales

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Presentación

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Las Dos Grandes Leyes Espirituales
Descerrando el velo que oculta el Misterio de la Voluntad de Dios

Primera Parte, Capítulo 9
COMENTARIOS DEL APOCALIPSIS

En los mensajes enviados por San Juan, El Teólogo, por orden de Dios, a las siete iglesias primitivas, uno ve como en las mismas existían falsos hermanos, falsos doctores, que procuraban desviar a los demás de la Doctrina del Santo Maestro. Cabe aquí hacerse una pregunta lógica: ¿qué acontecería transcurridos algunos siglos? Reflexión que sugiere esta nueva pregunta: ¿qué estará pasando en nuestros días, después de veinte siglos? Los lectores responderán teniendo presente en la memoria todos los antecedentes históricos del llamado "catolicismo".

No haremos un análisis de los mínimos detalles de todo lo que se deduce del Apocalipsis. Nos detendremos, unicamente, en lo que se refiere a la sustitución de la verdadera Doctrina por las religiones del Demonio, que se presentan bajo el aspecto de la primera, engañando a todo el mundo. Esto viene a ser "la hora de la tentación", que tendría que venir para "probar" a todos los hombres:

"Porque has conservado la palabra de mi paciencia, yo también te guardaré de la hora de la tentación, que ha de venir sobre la Tierra, para probar a los moradores de ella." (Cap. 3, v. 10).

Para tener una idea exacta de la realidad de la profecía, leamos los Capítulos 12 y 13 del Apocalipsis:

"Apareció en el Cielo una señal grande, una mujer envuelta en el sol, con la luna debajo de sus pies, y sobre la cabeza una corona de doce estrellas,

Y estando encinta, gritaba con los dolores de parto y las ansias de parir.

Apareció en el Cielo otra señal, y vi un gran dragón de color de fuego, que tenía siete cabezas y diez cuernos, y sobre las cabezas siete coronas.

Con su cola arrastó la tercera parte de los astros del Cielo y los arrojó a la Tierra. Se paró el dragón delante de la mujer, que estaba a punto de parir, para tragarse a su hijo en cuanto le pariese.

Parió un varón, que há de regir a todas las naciones con vara de hierro, pero el Hijo fué arrebatado para Dios y para Su Trono.

La mujer huyó al desierto, en donde tenía un lugar preparado por Dios, para que allí la alimentasen durante mil doscientos sessenta días.

Hubo una batalla en el cielo: Miguel y sus Ángeles peleaban con el dragón, y peleó el dragón y sus ángeles,

Y no pudieron triunfar ni fue hallado lugar para ellos en el Cielo.

Fue arrojado el dragón grande, la antigua serpiente, llamado Diablo y Satanás, que extravía a toda la redondez de la Tierra, y fué precipitado a la Tierra, y sus ángeles fueron con él precipitados.

Oí una gran voz en el Cielo que decía: Ahora llega la salvación, el poder, el Reino de nuestro Dios y la autoridad de su Cristo, porque fué precipitado el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba delante de nuestro Dios de día y de noche.

Pero ellos le han vencido por la sangre del Cordero y por la palabra de su testimonio y menospreciaron sus vidas hasta morir.

Por eso, regocijaos, Cielos y todos los que moráis en ellos. ¡Ay de la tierra y del mar!, porque descendió el diablo a vosotros animado de gran furor, por cuanto sabe que le queda poco tiempo.

Cuando el dragón se vio precipitado a la Tierra, se dió a perseguir a la mujer que había parido al hijo varón.

Pero fuéronle dadas a la mujer dos alas de la águila grande para que volase al desierto, a su lugar, donde es alimentada por un tiempo, y dos tiempos, y medio tiempo lejos de la vista de la serpiente.

La serpiente arrojó de su boca detrás de la mujer como un río de agua, para hacer que el río la arrastrase.

Pero la Tierra vino en ayuda de la mujer y abrió la Tierra su boca, y se tragó el río que el dragón había arrojado de su boca.

Se enfureció el dragón contra la mujer y se fué a hacer la guerra contra el resto de la descendencia de ella, contra los que guardan los Preceptos de Dios y tienen el testimonio de Jesús.

Se apostó sobre la playa del mar.

Vi como salía del mar una bestia, que tenia diez cuernos y siete cabezas, y sobre los cuernos diez diademas, y sobre las cabezas nombres de blasfemia.

Era la bestia que yo vi semejante a un leopardo, y sus pies eran como de oso, y su boca como la boca de un léon. Diole el dragón su poder, su trono y una autoridad muy grande.

Vi a la primera de las cabezas como herida de muerte, pero su llaga mortal fué curada. Toda la Tierra seguía admirada de la bestia.

Adoraron al dragón porque había dado el poder a la bestia, y adoraron a la bestia, diciendo: ¿Quién como la bestia? ¿Quién podrá luchar con ella?

Diósele asimismo una boca, que profiere palabras llenas de arrogancia y de blasfemia, y fuéle concedida autoridad para hacerlo durante cuarenta y dos meses.

Abrió su boca en blasfemias contra Dios, blasfemando de su nombre y de su tabernáculo, y de los que moran en el Cielo.

Fuele otorgado hacer guerra a los santos y vencerlos. Y le fue concedida autoridad sobre toda tribu, y pueblo, y lengua, y nación.

La adoraron todos los moradores de la Tierra, cujos nombres no están escritos, desde el princípio del mundo, en el libro de la vida del Cordero que fue muerto.

Si alguno tiene oídos, que oiga.

Si alguno está destinado a la cautividad, a la cautividad irá; si alguno mata a espada, a espada morirá. En esto está la paciencia y la fe de los Santos.

Vi outra bestia que subía de la tierra y tenía dos cuernos, semejantes a los de un cordero, pero hablaba como un dragón.

Ejerció toda la autoridad de la primera bestia en presencia de ella e hizo que la Tierra y todos los moradores de ella adorasen a la primera bestia, cuya llaga mortal había sido curada.

Hizo grandes señales, hasta hacer bajar fuego del Cielo a la Tierra delante de los hombres.

Extravió a los moradores de la Tierra con las señales que le fue dado ejecutar delante de la bestia, diciendo a los moradores de la Tierra que hiciesen una imagen en honor de la bestia, que tiene una herida de espada y que há revivido.

Fuele dado infundir aliento a la imagem de la bestia para que la imagen hablase e hiciese matar a cuantos no se prostrasen ante la imagem de la bestia, 

E hizo que a todos, pequeños y grandes, ricos y pobres, libres y siervos, se les imprimiese una marca en la mano derecha y en la frente.

Y que nadie pudiese comprar o vender sino el que tuviera la marca, el nombre de la bestia o el número de su nombre.

Aquí está la sabiduría. El que tenga inteligencia calcule el número de la bestia, porque es número de hombre. Su número es seiscientos sesenta y seis".

La mujer envuelta en el Sol, con la Luna debajo de sus pies, y teniendo sobre la cabeza una corona de doce estrellas, representa el pueblo escogido: Israel con sus doce tribus, donde nació la Iglesia de Cristo con sus doce Apóstoles.

El Hijo varón es el Cristo, a quien el dragón – el Anticristo -, inutilmente, persigue, recurriendo hasta la crucifixión del Señor, y a cuantos medios pudo, para aniquilar Su conocimiento y para que Su Iglesia, con Su próprio Espíritu, no pudiese vivir en la Tierra (ésta fue la persecución al Nombre de Jesucristo, después de crucificado, o sea, la persecución a Sus Discípulos, que enseñaban Su Doctrina).

Posteriormente, el Anticristo y sus ángeles, con mayor poderío, vienen encarnados al mundo, y hacen guerra "contra los otros de la descendencia de ella, contra los que guardan los Preceptos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo", termianndo, entonces, con la vida física de los que poseían la Semilla del Evangelio: los verdadeiros Instructores.

De esta forma, la falsa iglesia (representada en la visión por la bestia semejante a un leopardo, con pies como de oso y boca como "la boca de un león", a la cual el Diablo le dió su poder, su trono y grande poderío) enseñoréase de la Tierra: 538 a 1798, justamente 1.260 años, correspondientes a los 1.260 dias profetizados en el Apocalipsis, período de tiempo comprendido entre los Papas Vigilius y Pio VI, quienes ejercieron el poder político y el poder eclesiástico. El primero fue impuesto por la fuerza de las armas, y el segundo, igualmente por la fuerza de la "espada", depuesto y llevado prisionero para Francia, donde murió en la ciudad de Valence, según narra la Historia.

Vemos, pues, esta iglesia hablando como si lo hiciera con la palabra de Cristo (el León de la tribu de Judá), con inmenso poder sobre la Tierra, disponiendo de un gobierno despótico, inigualado en el mundo, gracias al cual, con su tiranía y opresión, se impuso sobre toda la humanidad: coronando emperadores y ejerciendo el poder civil y el predominio sobre las conciencias. Y este poderío mantuvo durante los mil doscientos y sesenta años de la profecía, mediante el recurso a toda la suerte de crímenes y delitos monstruosos, corolario de su estirpe demoníaca.

La humanidad fue desviada, ¡adoró al Dragón, al Diablo y a Satanás, en vez de adorar a Dios y a Su Hijo Jesucristo!

¡El "tiempo de prueba" fue muy grande para los hombres! Y éstos adoraron a la Bestia, diciendo: ¿Quién es semejante a la bestia y quién podrá pelear contra ella? Frase que, pasando por generaciones y desafiando a la verdad, há llegado hasta nuestros días: ¿Qué religión es semejante a la nuestra, y quién podrá ir contra ella?" Ésta, u otras frases semejantes son proferidas por aquellos que, engañandose, siguen el error, por desconocer la verdad.

¡Fue desde esse cambio total, desde esa diabólica sustitución, que la iglesia de Roma ha predicado un evangelio que no salvará a nadie, enseñando un Cristo y un Dios inaccesibles, y privilegio solamente, a su entender, de algunos hombres que llama de santos...!

Por todo eso, "muchos llegaron a blasfemar del Nombre de Dios y de Su Hijo", conforme anunciaban las profecías, y como efectivamente aconteció, especialmente en los tiempos del Santo Oficio y de la Inquisición.

Dando una mirada retrospectiva, vemos el falseamiento de la Ley Mosaica, que no fue cumplida, y en cuyo extravío, desde el Sumo Pontífice hasta el último sacerdote, habían estado engañando al pueblo, convirtiendo los templos en mercados. Y a tal punto degeneraron ellos que no reconocieron el Cristo, el Salvador del Mundo, profetizado com nueve siglos de anticipación.

Idéntico cuadro se reprodujo, nuevamente, con el abandono de la LEY DE OBEDIENCIA, piedra angular del Evangelio de nuestro Señor Jesucristo.

¡Y tal ha sido el extravío, que muchas personas dicen (en la suposición de que Nuestro Señor Jesucristo voltase de nuevo al mundo, hecho imposible de acontecer, porque Él profetizó Su Segunda Venida en el Día Final) que Él tendría que repetir las mismas o aun más anatematizadoras palabras contra los sacerdotes desviados, y una vez más expulsar de los templos, a latigazos, los mercaderes!

Mas, la profecía dice claramente lo que les espera en recompensa de sus actos: "Dios retribuirá a cada uno según sus obras". (Cap. 2, v. 6, de la Ep. de S. Pablo a los Romanos).

Desde Roma, que en el tiempo de Cristo y de los Apóstoles era la capital del mundo, se extendió la Doctrina al resto de Occidente, y después, pocos siglos más tarde, también de allá y con el mismo predominio, fue difundida por todas partes la falsa doctrina, gracias a los famosos "decretos" de los (así catalogados) "Malos Papas" ...¡escándalo de los siglos y baldón de la Humanidad! ¡Jamás se degeneró clero alguno tanto como el de aquel tiempo!

Las abominaciones del tiempo de Noé y las rebeldías del pueblo israelita se tornan pálidas delante de ¡las monstruosidades del "Santo" Oficio y de la "Santa" Inquisición! Ni en las tribus salvajes (en las cuales cualquier acto, por cruel que fuese, seria desculpable por su falta de civilización) se han visto aquellos actos deshumanos, aquella lujuria en todos sus aspectos, aquella locura verdaderamente satánica, lo que, gracias a Dios, tuvo un fin, porque el pueblo, cansado de sufrir tanto oprobio, sacudió el yugo de sus opresores, en la histórica noche de San Bartolomeo.

No nos ocuparemos de estudiar cada uno de los aspectos que encierran las palabras proféticas, principalmente los del Apocalipsis. Comentaremos apenas, para convicción de los lectores, los puntos culminantes, como el caso del número apocalíptico 666, que corresponde al número de la bestia.

Todos sabemos que el papa tiene tres títulos: VICARIVS FILII DEI, VICARIVS GENERALIS DEI IN TERRIS y DVX CLERI. Cada uno de estos títulos contiene el número 666, que resulta de la suma de los guarismos romanos contenidos en cada uno de ellos. En latín, la letra V corresponde a la U, pues esta última letra no existe en esse idioma. Pues bien, sumando los números que representan las letras de la palavra griega TEITAN (Satanás) hallamos también el número apocalíptico 666, que el papa ostenta en su tiara, en la cual figura el primeiro de los títulos mencionados.

Los títulos referidos, traducidos para la lengua nacional, son: Vicario del Hijo de Dios, Vicario General de Dios en la Tierra, Príncipe del Clero.

Con las notables y repetidas advertencias contenidas en los cuatro Evangelios, en las Epístolas, en los Hechos de los Apóstoles, y las que claramente están expuestas en el Capítulo 17 del Apocalipsis de San Juan, que transcribiremos en el Capítulo siguiente, se debe meditar, para no caer en el error de tomar por verdad lo que no tiene ya ni la apariencia de verdad.

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