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  Las Dos Grandes Leyes Espirituales

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Presentación

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Las Dos Grandes Leyes Espirituales
Descerrando el velo que oculta el Misterio de la Voluntad de Dios

Primera Parte, Capítulo 4
SUPERIORIDAD DEL EVANGELIO DE CRISTO SOBRE LAS DOCTRINAS ANTERIORES

De lo expuesto anteriormente, se aprehende que nuestro Señor Jesucristo fue muy superior a los Instructores que le antecedieron, porque fue el que mayor potencialidad de Dios demostró poseer, enseñando la mayor Doctrina de todas las épocas.

"Todo me ha sido entregado por mi Padre; y nadie conoce al Hijo sino el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo quisiere revelárselo". (Cap. 11, v. 27, S. Mateo).

Por las Doctrinas anteriores, muy difícilmente se llegaba al Padre Universal:

"Todo valle será rellenado, y todo monte y collado allanado, y los caminos tortuosos rectificados, y los camino ásperos allanados". (S. Lucas, 3:5).

Al estudiar este asunto de capital importancia espiritual, lo haremos detalladamente, con el fin de destruir prejuicios que tienen muchas personas por su desconocimiento de la Verdadera Doctrina de Cristo, que fué adulterada y transformada en religiones y preceptos de hombres, que nada tienen de divinos; pues los conocimientos más valiosos y substanciales de la Grande Doctrina desaparecieron, con los genuinos Instructores del Cristianismo, en el tercer siglo de nuestra era.

Esta tarea se torna simple, considerando que por el Budismo, por ejemplo, tendremos que hacer inmensos esfuerzos para llegar al dominio completo de las pasiones humanas. Este es un objetivo difícil de alcanzar; Mahatma Gandhi, a los cuarenta y cinco años de edad, declaró que aun no había conseguido dominar todas sus pasiones; y a pesar de ser él un hombre que, por su austeridad y dominio propio, llamó la atención de todo el mundo, como ocurrió por ocasión de la campaña de "desobediencia pasiva" aconsejada por él a su pueblo, en actitud tomada para con los ingleses.

Por el Cristianismo primitivo, sin embargo, con el "Rayo de la Voluntad" o "del Rey" se obtiene el "Rayo del Conocimiento", economizándose, así, muchísimo camino a recorrer: "Y conoceréis la verdad, y la verdad os libertará". (Cap. 8, v. 32, S. Juan).

Es un contrasentido colocar a Cristo en lugar inferior a otros Instructores; esto equivale a oponerse a la Ley del Progreso Espiritual, pues aunque parezca, a veces, que este se detenga, es para determinar un nuevo avance.

Precisamente cuando la humanidad cae en hondos abismos de materialismo, perpetrando crímenes y delitos de toda clase, pequeños y grandes como las guerras y revoluciones; cuando se pierde la sublime senda que nos conduce a Dios, es cuando mayormente se ha manifestado, en todos los tiempos, la Misericordia Divina. Esas caídas son para elevar la humanidad a mayor altura espiritual: cuanto más degradación, más ayuda espiritual. Entonces nos sentimos más cerca de Dios, porque cuando más sufrimos, cuando tenemos más dolores, es cuando Lo buscamos, reconociendo Su Omnipotencia.

Fue en una de esas grandes crisis, cuando la Verdad habia sido olvidada, cuando los sacerdotes habian perdido la conciencia espiritual, desviando la humanidad de su verdadero Camino, que mayor fue el auxilio descendido del Altísimo: la venida de nuestro Señor Jesucristo.

En aquella época la humanidad habia llegado a un gravísimo estado de degradación, que culminó con las atrocidades de Nerón y las orgías del pueblo romano, indescriptibles en nuestros días en honor a la dignidad.

En Grecia, reinaba la mayor idolatría hasta entonces conocida en el mundo.

El paganismo abarcaba toda la Tierra. 

En la India, el Budismo estaba en completo estado de decadencia, con la degeneración del sacerdocio; y lo mismo sucedía con el pueblo hebreo, y con todo Oriente: el apogeo de la oscuridad. 

Para tener una idea, basta citar los versículos siguientes:

"Díjoles: Escrito está: Mi casa será llamada casa de oración, pero vosotros la habéis convertido en cueva de ladrones". (Cap. 21, v. 13, S. Mateo).

"Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí".

"En vano me rinden culto, enseñando como doctrinas, mandamientos de hombres".(Cap. 15, vs. 8 y 9 , S. Mateo).

"Dejadlos, son ciegos guías de ciegos; si un ciego guía a otro ciego, ambos caerán en el hoyo". (Cap. 15, v. 14, S. Mateo).

El pueblo hebreo, desviado de la Ley Mosaica y de los Profetas por los malos sacerdotes, se habia constituido en innumerables sectas. Asimismo, en la India existían ya millares de sectas del Budismo.

No nos ocuparemos de los Instructores anteriores a Buda, porque las Doctrinas de esos Enviados ya habían desaparecido del mundo, desde mucho tiempo antes, transformadas en una infinidad de sectas, como ocurre en la actualidad con las Doctrinas de Buda y Cristo, las cuales, como dijimos anteriormente, tergiversadas por completo, han dado lugar a la formación de innumerables sectas.

El Cristianismo, en sus principios, dió en holocausto incontables sacrificios de los Apóstoles y de los Discípulos de las primeras siete iglesias, y de todos los que siguieron la Santa Doctrina. El Evangelio llegaba a Roma, primeramente con la venida de San Pablo, y posteriormente, con la llegada de San Pedro a la entonces capital dominadora del mundo. El Evangelio fué predicado en el Occidente. Y a medida que se difundía, iba transformando el ambiente, cambiando el critério del mundo con la transformación de la Roma pagana, a cambio de la vida de los citados Apóstoles, y de millares de mártires. 

Con todo, el apogeo del Cristianismo duró muy pocos siglos. Pero, a pesar de eso e de todas las adulteraciones que sufrió con el transcurrir del tiempo, tan poderosa fué la Doctrina incomparable del Salvador, que modificó las costumbres, y la humanidad, entrando en una era iniciada con Su nacimiento, ha llegado al estado de progreso que contemplamos en todos los órdenes; pues el Cristianismo organizó la familia en forma moral (base de una sociedad, idénticamente moral), de donde emanaron incontables beneficios morales y materiales, que sería imposible relatar en pocas líneas, hasta entrar, nuevamente, en la grande decadencia de 1914-1918, que marcó una era aciaga para el mundo.

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