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Primera
Parte, Capítulo 2
JESUCRISTO ES EL MAYOR DE LOS ENVIADOS DIVINOS
Como quedó evidenciado en el Capítulo anterior, siguiendo cualesquier religiones o sectas no se llega a Dios, porque esto contradice
al Plan Espiritual de enviar al mundo Instructores que, con Su Sabiduría, enseñen Su Doctrina a los diferentes pueblos y en diversas épocas, adaptándola a la evolución espiritual de la Humanidad. El último y, por lo tanto, más Poderoso Maestro
fue nuestro Señor Jesucristo; terminando con Él la cadena de Grandes Enviados Divinos, conforme Él lo anunció, diciendo que volvería en Espíritu en el fin del mundo (manifiestamente a todos los hombres en el día del Juicio Final).
De esta profecía se concluye que los futuros Instructores solamente podrían enseñar ciñéndose única y exclusivamente a Su Doctrina. Nos advierte también de la venida de
Impostores (lo que ya aconteció, y podrá acontecer), porque Él dijo:
"Entonces, si alguno dijere: Aquí está el Cristo, no le
creáis;
Porque se levantarán falsos Cristos y falsos profetas, y harán grandes señales y prodigios para inducir a error, si fuere posible, aun a los mismos elegidos.
Mirad que os lo digo de antemano.
Si os dicen, pues: Aqui está, en el desierto, no salgáis: aquí está, en un escondite, no lo creáis.
Porque como el relámpago que sale del oriente y brilla hasta el occidente, así será la venida del Hijo del Hombre.
Donde está el cadáver, allí se reúnen los buitres.
Luego, en seguida, después de la tribulación de aquellos días, se oscurecerá el sol, y la luna no dará su resplandor, y las estrellas caerán del cielo, y los poderes del cielo se conmoverán.
Entonces aparecerá la señal del Hijo del Hombre en el
Cielo, y se lamentarán todas las tribus de la Tierra, y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del
Cielo con Poder y Gran Gloria.
Y enviará sus
Ángeles con resonante trompeta y reunirá a sus elegidos, de los cuatro vientos, desde un extremo del cielo hasta el otro". (Cap. 24, vs. 23-31, Ev. San Mateo).
"En verdad os digo que no pasará esta generación antes que todo esto
suceda".
"El
Cielo y la Tierra pasarán, pero Mis Palabras no pasarán". (Cap. 24, vs. 34 y 35 , Ev. S. Mateo).
Por más que parezca imposible, se confirma el hecho de que todas las Doctrinas, originariamente, fueron enseñadas por un único Espíritu Divino; y ninguna de ellas es igual a la otra, aunque todas sostengan idénticos
"princípios", tales como: la existencia de un solo Dios, la existencia de una sola Vida Universal, la práctica del bien, y múltiples otros detalles, que darían lugar a tratar de este asunto en un libro separado, como el aspecto trino de la Divinidad.
Mas, continuemos tomando por punto de partida las palabras del mayor y último de los Grandes Enviados, pues así debemos considerar a nuestro Señor Jesucristo, por los fundamentos ya expuestos y los que pasaremos a referir:
Entre los Enviados Divinos, ninguno vino con el
don de Hijo de Dios.
Además, Jesucristo fué el único que se declaró Dios, conforme sus palabras al Apóstol Felipe:
"Jesus le dijo: Felipe, ¿tanto tiempo ha que estoy con vosotros y no me habéis conocido? El que ha visto a mi ha visto al Padre; ¿cómo dices tú: Muéstranos el
Padre?"(Cap. 14, v. 9, Ev. S. Juan).
Y ninguno de los anteriores hizo las maravillas del Divino Jesus de Nazaret. Ninguno fué anunciado como Él con tantos siglos de antecedencia, ni jamás otro cualquier Enviado dio al mundo mayores demostraciones del Poder que ejercía sobre la materia y sobre el Más Allá.
Recordemos la resurrección de Lázaro, la multiplicación de los panes y los peces, los enfermos desengañados que curó, sus pasos sobre las olas del mar; el dominio extraordinario sobre Sí mismo, al exclamar en alta voz, cuando agonizante, clavado en la cruz, que entregaba el Espíritu al Padre; Su Evangelio incomparable, cuyo fundamento principal, revelado en esta obra, mudará totalmente el criterio del mundo a respecto de Su Doctrina pura, sin mezcla de enseñanzas humanas, Su resurrección en cuerpo físico, estando, nuevamente, con Sus Discípulos; y, finalmente, Su Manifestación Espiritual, con los nombres de Espíritu Santo, Espíritu de Verdad, Consolador o Paráclito, recibida por todos los hombres y mujeres, en general, que realizaron prácticamente Su Doctrina, desaparecida del mundo hace diecisiete siglos.
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Las
Dos Grandes Leyes Espirituales
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