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  Las Dos Grandes Leyes Espirituales

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Las Dos Grandes Leyes Espirituales
Descerrando el velo que oculta el Misterio de la Voluntad de Dios

Primera Parte, Capítulo 5
DESVIADOS DE LAS DOCTRINAS VERDADERAS

Conviene aclarar que ninguno de los Enviados Divinos declaró que había venido para fundar una religión; y mucho menos nuestro Señor Jesucristo, que trajo al mundo el Evangelio, la "Buena Nueva", la Verdad. Y Moisés tampoco habló de religión, mas sólo de la LEY. Los profetas, por su vez, no profetizaron la venida de Cristo para establecer una religión; ellos anunciaron la venida del Salvador del Mundo, del Enviado, del Emmanuel (Dios con nosotros) para redimir al mundo del pecado, desobediencia; ellos anunciaron la venida de Dios en apariencia de hombre de pecado (libre); Él, el Camino, la Verdad, y la Vida. Nuestro Señor Jesucristo fundó Su Iglesia, enseñando Su Doctrina.

Mas, a medida que el tiempo transcurría, todo fue cambiado: el Evangelio fue olvidado, y sustituído por las "religiones", que – acomodadas a sus conveniencias sectarias – tomaron el nombre de Cristo, blasfemaron el Santo Nombre, y cambiaron Su Divino Mensaje, fuente de nuestra salvación, por doctrinas y preceptos de hombres, como medio para satisfacer la ambición de riquezas y de predominio moral y material; saciando apetitos de lujuria y cometiendo los crímenes más horrendos que registra la Historia. Fueron transgredidos los Santos Mandamientos y Estatutos del Señor Jesucristo: "Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí:

En vano me rinden culto, enseñando doctrinas que son preceptos humanos". (Cap. 15, vs. 8 y 9, S. Mateo).

La palabra religión apareció con el extravío de los falsos sacerdotes, y proviene del verbo latino religare, que significa atar, unir. Los Santos Apóstoles y Discípulos de los primeros siglos del Cristianismo solamente hablaron del Evangelio o de la Santa Doctrina de Jesucristo, y jamás emplearon el vocablo religión para designar el Evangelio. De esto se infiere que originariamente el término religión sirvió solamente para designar prácticas, mandamientos, doctrinas y preceptos de hombres o de espíritus, desviados de la Verdad.

Con una mirada retrospectiva, recordemos la Guerra de las Cruzadas, el Santo Oficio, la Santa Inquisición (blasfemia inaudita lanzada a los nombres de santo y santa), la papisa Juana, y un sin número de crímenes cometidos a la sombra del Santo Nombre de Dios, para convencernos de la degeneración, del cinismo de los hombres que sustituyeron a los santos Instructores del Cristianismo, como aconteció en la India y en toda Asia con los santos Instructores del Budismo.

¡Qué misterio profundo se descubre con la singularidad, no de la decadencia de las Doctrinas en sí mismas, sino de los falsos doctrinadores!

"Porque muchos son los llamados y pocos los escogidos". (Cap. 22, v. 14, S. Mateo).

La salvación no es para todos en un mismo ciclo.

¡En que error tenebroso cayó el mundo! ¡El rey de las tinieblas substituyendo al Dios Omnipotente!

¿Y cuáles han sido, son y serán las consecuencias de este error?

Vemos la situación humillante de la India, con más de 200.000.000 de habitantes, donde el hambre, las enfermedades epidémicas y la miseria del pueblo lo han reducido a la inercia, por las tergiversaciones del verdadero Budismo. Espetáculo idéntico presenta China (la nación más populosa del mundo, con más de 600.000.000 de almas), a pesar de sus ingentes esfuerzos en pro de su progreso.

¿Y son esas sectas importadas, causantes de tan terribles males (y aún mal comprendidas por la civilización occidental) las que atraen prosélitos por toda parte? ¡Porque es suficiente que algún sectario indostano surja en escena para que los menos capaces, que son los más numerosos, crean, sin discernir, que cuanto él diga es una verdad axiomática, porque viene de la India, la tierra de los misterios!

Aprovechándose de esa candidez y entusiasmo por todo lo que es hindú, ha aparecido un buen número de pseudo-maestros. Y algunos de ellos se han permitido hacer calculadas críticas al Evangelio, y a sostener absurdos científicos, en su ignorancia crasa de los últimos descubrimientos hechos en Europa. Esto encontramos en sus libros, que tanta aceptación tienen, sin apercibirse los lectores que, salvo algunos grandes autores, la grande mayoría no pasa de meros analfabetos espirituales.

Pero nada de esto debe extrañarnos, porque el mundo está lleno de fanáticos. Su majestad la Mentira abre brecha en todas partes, especialmente si se trata de cosas espirituales. Se ve que el mundo acepta más fácilmente la Mentira con el rótulo de la Verdad que la propia Verdad.

La interpretación esotérica del primitivo Budismo cayó en el vacío del tiempo; como desapareció también la del Evangelio de Cristo, porque la interpretación de las Escrituras no es según el criterio de cada cual, como lo declara el Apóstol San Pedro:

"Pues debéis ante todo saber que ninguna profecía de la Escritura es de interpretación propia; 

Porque la profecía no ha sido jamás proferida por humana voluntad, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo". (II S. Pedro 1:20-21).

En estas palabras hay un espeso velo, generalizándose a todo el Evangelio, porque el conjunto de verdades que contiene no fue traído por la voluntad de ningún hombre, sino por la Voluntad de Dios en la persona de Jesucristo. 

De ahí se deduce el inmenso error en que están los que confían en su propia interpretación, estableciendo la llamada interpretación libre de la Biblia. En este formidable error están todos los que se denominan cristianos, en general. Y en primer lugar están los doctores y sacerdotes de la iglesia de Roma, que no podían, en sus concílios, por mayoría de votos, que representan criterios particulares, interpretar el Santo Evangelio del Señor. El hecho de teneren que recurrir a tales concilios es una prueba inequívoca de que la interpretación apostólica se había perdido; en realidad, no con el transcurrir del tiempo, sino con el desaparecimiento de los auténticos Instructores, inspirados por el Espíritu Santo, quienes fueron muertos por los falsos hermanos, porque se oponían a la iniquidad, cometida con fines incalificables. ¡Pues esos falsos hermanos cambiaron la Doctrina del Señor por la doctrina del Demonio!

¡Crímenes de esta naturaleza hubo numerosos en el tiempo de la Inquisición, cuando fueron victimados los últimos cristianos fieles, quedando establecido definitivamente el Reinado de las Tinieblas!

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