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Primera
Parte, Capítulo 7
PROFECÍAS DE LOS APÓSTOLES SOBRE LA DESFIGURACIÓN DE LA IGLESIA DE CRISTO
El Apóstol San Pedro, en su Segunda Epístola Universal, capítulo 2, refiriéndose a los falsos profetas y falsos doctores, profetiza que estos egresos de la fe pura de Cristo, separándose de la Sabiduría Divina, introducirán, encubiertamente, herejías de perdición, negando la verdadera Doctrina; incapaces, por lo tanto, de enseñarla, desviarían, consecuentemente, sus seguidores.
"Como hubo en el pueblo profetas falsos, así habrá falsos doctores, que introducirán herejías perniciosas, llegando hasta negar al Señor, que les rescató, y atraerán a sí mismos una pronta perdición.
Muchos los seguirán en sus liviandades, y por causa de ellos será blasfemado el
Camino de la Verdad.
Llevados de la avaricia, harán de vosotros mercadería con palabras mentirosas, pero su condenación, desde antiguo, no quedará ociosa, y su ruina no está adormecida.
Porque si Dios no perdonó a los ángeles que pecaron, sino que, precipitados en el infierno, los entregó a las cavernas tenebrosas, reservándolos para el juício;
Ni perdonó tampoco al viejo mundo, sino que sólo guardó a ocho personas, entre ellas a Noé, como heraldo de la justicia, cuando trajo el diluvio sobre el mundo de los impíos;
Y a las ciudades de Sodoma y Gomorra las condenó a la destrucción, reduciéndolas a cenizas para escarmiento de los impíos
venideros;
Mientras que libró a Lot, acosado por la conducta de los desenfrenados en su lascivia
(Pues este justo, que habitaba en medio de ellos, sentía atormentar su alma justa día tras día al ver y oír sus obras impías);
Pues sabe el Señor librar de la tentación a los piedosos y reservar a los malvados para castigarlos en el día del juicio,
Sobre todo a los que van en pos de la carne, llevados de los deseos impuros, y desprecian la autoridad del Señor. Audaces, pagados de sí mismos, no temen blasfemar de las potestades superiores,
Cuando los ángeles, aun siendo superiores en fuerza y poder, no profieren ante el Señor un juicio injurioso contra
ellas,
Pero
éstos, blasfemando de lo que no conocen, como animales irracionales, naturalmente son hechos para presa y destrucción, perecerán en su propia perdición,
Recibiendo con esto la justa paga de su iniquidad, pues hacen sus delicias de los placeres de cada día; hombres sucios, corrompidos, se gozan en sus extravíos mientras banquetean con
vosotros;
Sus ojos están llenos de adulterio, son insaciables de pecado, seducen a las almas inconstantes, tienen el corazón ejercitado en la avaricia; son hijos de maldición;
Dejando la senda recta, se extraviaron y siguieron el camino de Balam, hijo de Beor, que, buscando el salario de la
iniquidad;
Halló la reprensión de su propia demencia cuando una muda bestia de carga, hablando con voz humana, reprimió la insensatez del profeta.
Son éstos fuentes sin agua, nubes empujadas por el huracán, a quienes está reservado el orco
tenebroso,
Profiriendo palabras inchadas de vanidad, atraen a los deseos carnales a aquellos que apenas se habían apartado de los que viven en el
error,
Prometiéndoles libertad, cuando ellos son esclavos de la corrupción, puesto que cada cual es esclavo de quien triunfó de él.
Si, pues, una vez retirados de las inmundicias del mundo por el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo, de nuevo se enredan en ellas y se dejan vencer, su postre estado viene a ser peor que el primero.
Mejor les fuera no haber conocido el
Camino de la Justicia, que, después de conocerlo, abandonar los santos preceptos que les fueron dados.
En ellos se realiza aquel proverbio verdadero: Volvióse el perro a su vómito, y la cerda, lavada, vuelve a revolcarse en el cieno".
Felizmente, el mundo ha visto día a día la ruina de sus instructores y el engaño en que caían los hombres que los seguían, desviándose totalmente de la Verdad. La conciencia del mundo no se ha perdido del todo, y la mayoría de los habitantes del planeta se alejó del castigo que espera a todos los usurpadores del nombre de Cristo, conforme las profecías del Señor y Dios nuestro.
Mas, por otro lado, aquellos que se separaron de las religiones quedaron con residuos de ellas, que pululan en el ambiente espiritual de la humanidad. Y son muchísimos los que se aperciben de tal hecho, al observar gran número de personas que – no obstante digan no cumulgar con los dogmas de Roma – tienen innumerables prejuicios del falso cristianismo, ¡tan diferente del verdadero! De suerte que, repetimos, el ambiente quedó de tal modo saturado con tales residuos que costará no pocos esfuerzos para desarraigar las dudas, desconfianzas y falta de fe cristiana, que es una fe conciente,
razonada.
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Dos Grandes Leyes Espirituales
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