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  Las Dos Grandes Leyes Espirituales

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Presentación

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1 Cap.11
 
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2 Cap.3
 
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Las Dos Grandes Leyes Espirituales
Descerrando el velo que oculta el Misterio de la Voluntad de Dios

Primera Parte, Capítulo 1
EVOLUCIÓN ESPIRITUAL

Los hombres, precipuamente, siguen una religión adaptada a su mentalidad. Y después de recorrerlas todas, a medida que se desenvuelve su espíritu, viene el tiempo en que regresan sus almas al Espíritu de Dios, de donde salieron, después de pasar por millares de etapas espirituales, en las múltiplas encarnaciones que son obligadas a realizar, siguiendo un Plan trazado por Dios, en Su Sabiduría Infinita.

Por este motivo que todos los hombres sigan las diversas religiones hasta llegar a la conclusión de que ninguna les satisface; y recién, entonces, discerniendo lo verdadero de lo falso, ven la Verdad: su vuelta al Padre Celestial, mediante el conocimiento del Verdadero Camino.

Mas antes, confusos, en sus deseos de conocer aquello que escapa a su percepción, apártanse de las sectas religiosas y procuran, en la investigación del "Más Allá", algo que confirme la existencia del mundo espiritual y que satisfaga la sed de conocimientos anhelados por todos los hombres, guiados por una especie de instinto natural, innato en todo ser humano, conocido con la denominación de "idea de religiosidad del alma", y que los lleva de las religiones hechas por los mismos hombres, a otras escuelas filosóficas o psíquicas, también obras humanas o de espíritus desencarnados, en su estado primario de evolución.

Por eso es que los vemos ir de una a otra secta religiosa, de sociedad en sociedad, de maestro en maestro, en búsqueda de algo que sacie su sed de conocimientos, que satisfaga esta ansiedad espiritual, hasta que encuentren a "su tiempo" la Verdad, después de múltiples esfuerzos y múltiples desengaños.

Pocos, los materialistas, indiferentes a esta lucha por la conquista de la Verdad, nada aceptan y no se dan a la tarea de investigar, convencidos únicamente de la existencia del universo físico: y muchos, absorbidos por la diversidad de problemas presentados ante sus ojos para satisfazer las exigencias de la vida material, quedan ajenos a cualquier estudio espiritual. Mas, en "sus respectivos tiempos", llegarán, igualmente, a la Verdad.

Conociendo la trayectoria que las almas recorren en sus diferentes encarnaciones, no entraremos en el análisis de la variedad de factores concurrentes a la formación del motivo que las impele a aceptar o repeler, una a una, todas las religiones y escuelas filosóficas, porque la "Razón Divina" manifiéstase en la "razón" de cada hombre, de acuerdo con ese plan universal que a cada uno da lo que es necesario, tanto para la vida física como para la vida espiritual.

Así como no se cumpliría la existencia de la humanidad ni de todos los seres en general, sin que la Naturaleza, creada para sus fines, produjera todo cuanto es necesario para la vida física, así también ocurre en cuanto a la vida espiritual.

Por lo tanto, en la relatividad de a escala evolutiva, todo tiene su razón de ser; desde el salvaje de las selvas hasta el hombre más civilizado, cada cual tiene "su razón" espiritual, determinada por causas superiores a la razón humana.

Así como los seres se agrupan, adaptándose a su respectivo ambiente, así también los hombres se congregan y se adaptan a sus respectivas ideologías.

Así como el niño recién nacido debe tomar el alimento adaptado a sus órganos en crecimiento y, gradualmente, va tomando diferentes alimentos, en la medida del desarrollo de sus órganos de nutrición, hasta poder digerir alimentos más sólidos, así también ocurre en la vida espiritual ... "La Naturaleza no da saltos". Y cuando parece que los da es, realmente, tan sólo en apariencia.

Para demostrar esa "razón" natural que tiene cada persona, en relación a su progreso evolutivo, es suficiente notar que los hombres no se encuentran situados en el mismo plan mental, debido a que no todos tienen igual desarrollo intelectual.

Tampoco todos los hombres aprovechan las mismas posibilidades para la adquisición de conocimientos; ni todos tienen las mismas oportunidades, que han de servir para formar el caudal de conocimientos constitutivo de la conciencia.

Ni tampoco los "egos" podrían pasar por todas las experiencias indispensables en el decurso de una única encarnación: "El mundo es una grande escuela, en la cual contemplamos mentalidades dispares en sus respectivas clases, desde el alumno del Kindergarten hasta el alumno de estudios superiores, con sus respectivos maestros".

¿Como concebirse mejor la Justicia Divina, sino desde este punto de vista? Ésta es una Verdad evidenciada en las Doctrinas de Buda y Cristo, como lo comprobaremos más adelante; y tan antigua como la idea de la inmortalidad del alma.

No sería concebible una "JUSTICIA INMANENTE" sino en el concepto evangélico: "Pedro empezó a hablar y dijo: Ahora reconozco que no hay en Dios acepción de personas, sino que en toda nación el que teme a Dios y practica la justicia le es acepto". (Cap. 10,vs. 34 y 35 de los Hechos de los Apóstoles).

Así enseñó el propio Cristo, perdonando a sus ofensores e, idénticamente, todos los Apóstoles, los cuales tenían el mismo Espíritu de Cristo.

La Justicia Divina toma en consideración la "Ignorancia" de los hombres y no su "Maldad".

Vislumbrando esta Justicia Divina, se comprende que no es accesible a la mentalidad de todos los hombres en general, habituados a no ver otra cosa sino la responsabilidad humana.

Así, como en el orden físico, intelectual y moral existen diferentes planos; así también, dentro del orden espiritual, existen variadísimos planos de conciencia.

Observamos en el panorama del mundo "egos" en diferentes planos de evolución, despreocupándonos de la evolución global, que no es el fin de esta obra.

Este panorama que contemplamos en la actualidad es según lo que denominaremos LEY DE LIBERTAD, empleando la justa interpretación evangélica, conforme iremos demostrando a medida que avancemos en este tema.

Dentro de esta LEY actúan todos los hombres, sin excepción, o propiamente dicho, sus "egos", hasta que les es llegado el "tiempo" en que la abandonan por otra mejor: la LEY DE OBEDIENCIA. 

En la LEY DE LIBERTAD están todos los hombres que creen en su "libertad", tanto los que se juzgan hasta "absolutos" , como los que confiesan o reconocen que esta "libertad" la recibieron de Dios, por lo que no son libres de Él. En esto son unánimes en aceptar que la "libertad" humana es "relativa", ya que lo "Absoluto" sólo puede residir en Dios.

En suma, toda persona que se dice "libre", porque es conciente de esa "libertad" (siendo y sintiendo que es "libre", por la "libertad" que tiene de, por su voluntad, moverse, accionarse y, sobre todo, poder pensar: su "libre albedrio", su "autodeterminación"),está, repetimos, dentro de esta gran LEY espiritual.

Viviendo en la LEY DE LIBERTAD, todos los hombres tienen "su razón", y esta está en proporción directa a los conocimientos poseídos por cada uno, porque nadie puede razonar sobre aquello que desconoce, que no ha llegado a su conciencia. De esto se deduce que esa "razón" de cada cual es "relativa" a los conocimientos acumulados en la conciencia; y esto puede aclararse con un ejemplo: Si proponemos a una persona que apenas sabe las cuatro operaciones fundamentales de Aritmética, que efectúe la suma de 1 hasta 100, principiará por decir 1+2+3+4+5+6 ... +100 =5.050.

Tiene su "razón" de proceder así, porque no puede ir más allá de lo que conoce.

Pues bien, si a la misma persona se le manda que haga la suma de 1 hasta 1.000.000.000.000, se dará cuenta de que aquello que le parecía tomar poco tiempo es absolutamente imposible realizar. Y así es realmente; pues en la hipótesis de que se demorase un segundo para sumar cada número, sería tal la cantidad de siglos que representan 1.000.000.000.000 de segundos, que desde Adán hasta nuestros días no ha transcurrido tanto tiempo.

A otra persona que tiene mayores conocimientos de Matemáticas, sabe Álgebra, se le presenta el mismo problema; sumar de 1 hasta 1.000.000.000.000. Inmediatamente dirá que se trata de la suma de una progresión aritmética; y, aplicando la respectiva fórmula (S= (1+u)n/2. El primer término, más el último, multiplicado por el número de términos, dividido por 2). 

Sn = (a1+an).n/2

Substituirá en la fórmula los datos del problema:

Sn= (1+1.000.000.000.000) 1.000.000.000.000 / 2 = 500.000.000.000.500.000.000.000 unidades.

Como se le demuestra, hallará la suma propuesta con tanta facilidad como imposible fue para la primera persona resolver este problema.

Y, generalizando, lo que para uno es imposible, para otro es facílimo; y así como lo es en el sentido material, también lo es en el sentido espiritual (los polos opuestos).

Los hombres, decíamos antes, no pueden dar saltos en su evolución, y cuando parece que esto ocurre, es sólo aparentemente. Porque existe una Ley, adaptada a la evolución espiritual, que hace posible a los hombres, independientemente de cualquier secta religiosa y de cualquier ideología que adopten, comprender las Verdades Espirituales. Tal comprensión no depende de los conocimientos científicos, religiosos o filosóficos obtenidos en una encarnación determinada; porque, mediante el mismo plan divino, los tuvieron en encarnaciones anteriores. Esto vemos corroborado con las palabras de nuestro Señor Jesucristo: "Si os he dicho cosas terrenales, y no creéis, ¿Cómo creeréis si os dijere las celestiales?". (S. Juan, 3:12)

¿Y quien ignora que el Señor escogió pescadores y hombres humildes para que con Su Sabiduría humillasen a los sabios y entendidos? Pues el único sabio, en aquella época, entre los Apóstoles, era San Pablo. De esto se infiere que, no pudiendo existir contradicción, sino aparentemente, en las palabras del Evangelio, los "egos" de los Discípulos del Señor habían pasado, en encarnaciones precedentes, por todas las experiencias indispensables para llegar, a "su tiempo", a la comprensión de la sublime Doctrina que conduce a la Unificación con Dios, de manera conciente y sin esperar pasar, desencarnando, al mundo superior del Espíritu. Unificación que primero la realizó Cristo y después Sus Apóstoles y Discípulos, como también la realizará todo hombre que crea y practique la Doctrina por Él enseñada, que se sustenta, como demostraremos oportunamente, en la salvadora LEY DE OBEDIENCIA.

Por los fundamentos anteriores, se deduce fácilmente que, siguiendo cualquiera de las Doctrinas Verdaderas, se llega a Dios, aunque, como veremos más adelante, la Unificación se alcanza por gradaciones, o sea, diferentes grados de Unificación con los Poderes, que se puede concebir humanamente como Voluntad, Inteligencia, Ciencia de Dios, Amor, Luz. Los diferentes grados de Unificación, concordantes entre sí, tienen por objeto ilustrar el "ego" para que, en su "debido tiempo", alcance la Grande Unificación con la Omnipotencia divina. Las Unificaciones parciales se van alcanzando en las diversas encarnaciones, hasta llegar a la Meta Final.

Debo aclarar que la concepción absurda, dada como un "principio" de que por cualquier religión se llega a Dios, no debe tomarse en ese sentido "absoluto"; y mucho menos siguiendo religiones o doctrinas de hombres o de espíritus muy atrasados (demonios), como acontece en el presente, en que las dos Grandes Doctrinas, que abarcan casi toda la Tierra, Budismo y Cristianismo, en verdad no existen. Pues ambas, pocos siglos después de enseñadas, fueron, poco a poco, transformadas en religiones y en muchísimas sectas, todas ellas opuestas a las Doctrinas de esos Enviados Divinos, ocasionando el "caos" en que actualmente se encuentra el mundo.

Estas religiones y sectas, en su lucha demoníaca trabada entre semejantes, para mantener cada una su preponderancia, toman el aspecto de la Verdad, engañando a los "egos" que, en su ignorancia, condénanse con lo que aceptan, alejándose cada vez más de Dios.

Los desprovistos de criterio espiritual, los "materialistas", lejos de las religiones, aunque ateos, pero procediendo correctamente, están más cerca de Dios que los que, aparentemente, parecen estar, con sus cultos externos, sus imágenes, confesiones y comuniones, u otras expresiones del oscurantismo. Y esto lo vemos confirmado en la practica: pues, ¡cuantos "materialistas" hay, que son dignos en sus hechos, tanto en la vida privada como pública! Felizmente no aceptaron ninguna doctrina humana ni espiritista, que en la mayoría de los casos son la puerta de entrada para el fanatismo, el sectarismo y la locura.

Los que se alejan de cualesquier sectas, mas creen en un Espíritu Creador del Universo, Dios, y en Su Hijo Jesucristo, están aptos para llegar más rápidamente a la Verdad; porque carecen de los prejuicios, los enormes obstáculos con que se tropieza para alcanzar el "Discernimiento" real, para no tomar el Error por la Verdad, ni la Verdad por el Error.

Hay casos aislados, en los cuales parece, a primera vista, que se puede llegar a Dios siguiendo cualquiera de las hoy llamadas religiones, de las doctrinas falsas o deturpadas, existentes en todas las épocas. Por ejemplo: el caso de Saulo de Tarso, sectario fariseo, y después grande Apóstol de los Gentiles, San Pablo.

Este caso debe ser aclarado: El caso del grande Apóstol Pablo no es, como parece a primera vista, una excepción, sino la confirmación de que él, siguiendo una religión, como todas ellas, desviada, no podría alcanzar la Vida Eterna, y aun menos siguiendo una secta doblemente errónea, como todas las sectas. Él alcanzó la Vida Eterna porque el Señor Jesucristo se le manifestó espiritualmente y lo encaminó por la senda de la Luz, cuando Saulo viajaba de Jerusalén para Damasco, persiguiendo a los Discípulos que predicaban la Santa Doctrina.

Siguiendo esa secta desviada, él no llegaría a la Verdad, como lo comprueba el hecho de que si no fuera así, no tendría San Pablo porque combatir esa secta a que perteneciera antes; esperando que, a "su tiempo", los demás obtuviesen también la salvación, como él la obtuvo.

Sosteniendo lo contrario, llegaremos a la conclusión absurda de que por cualquier camino vamos a llegar a un punto que desconocemos. Y, por lo tanto, no se precisaria que Pablo enseñase cosa alguna. Los Instructores estarían demás. Todos deberían esperar "su tiempo", hasta que el Divino Maestro se les presentase, estando ellos en cualquier religión de hombres o de espíritus.

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