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  Las Dos Grandes Leyes Espirituales

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Las Dos Grandes Leyes Espirituales
Descorriendo el velo que oculta el Misterio de la Voluntad de Dios

Primera Parte, Capítulo 3
PRUEBAS EVANGÉLICAS DE LA REENCARNACIÓN

Confirmando el concepto cristiano de la reencarnación, tengamos presente las resurrecciones efectuadas por el Señor y Sus Apóstoles, las cuales no solamente sirvieron para atraer a la Santa Ley, ante la evidencia del milagro, a mucha gente, mas también para que los resucitados tuviesen tiempo de practicar la Santa Doctrina y unirse a Dios, aún en este mundo físico, según la LEY DE OBEDIENCIA, de la cual trataremos en la TERCERA PARTE de este libro.

Veamos, con referencia a la Ley de la "reencarnación", lo que nos dice el Evangelio:

"Le preguntaron los discípulos: ¿Cómo, pues, dicen los escribas que Elías tiene que venir primero?

Él respondió: Elías, en verdad, está para llegar, y restablecerá todo.

Sin embargo, yo os digo: Elías ha venido ya, y no le reconocieran; antes hicieron con él lo que quisieron; de la misma manera el Hijo del hombre tiene que padecer de parte de ellos.

Entonces entendieron los discípulos que les hablaba de Juan el Bautista". (Cap. 17, vs. 10-13, Ev. S. Mateo).

Las palabras que acabamos de leer son perfectamente claras para deducir de ellas el principio cristiano de la reencarnación, como otras anotadas a continuación:

"Viniendo Jesús a la región de Cesarea de Filipo, preguntó a Sus discípulos: ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre?

"Ellos contestaron: Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremias, o alguno de los profetas". (Cap. 16, vs. 13 y 14, Ev. S. Mateo).

Nótase claramente la convicción existente en aquella época con referencia a la creencia de la "reencarnación"; y el silencio del Señor con respecto al asunto es la mejor confirmación de esta realidad; pues Él no la niega ni de forma alguna la contradice. Y quien leyere atentamente el Evangelio observará que nuestro Señor Jesucristo cuando habla a Sus Discípulos es para enseñar la Verdad. No obstante, en aquella ocasión, no dijo: ¿Por qué el pueblo piensa así, acaso hay reencarnación? u otras palabras que desvanecieran un error, si éste existiera en esa creencia.

Debemos aclarar que en el tiempo de Jesus el vocablo "reencarnación" no era conocido con este, diremos así, nombre modernista, mas con el nombre "resurrección", palabra ésta empleada por los traductores del Evangelio, y que viene del latín: resurrectio (ressu), acto de resurgir, regreso de la muerte a la vida; re-ssur, acto de resurgir, resurrección: renacimiento, surgir de nuevo, resucitar, volver a la vida.

Consecuentemente, la acepción del vocablo "resurrección" es la que antecede, nada teniendo de común con la acepción errónea que generalmente le dan, en el sentido de que se refiere a "dar vida a un cadáver". Esta acepción, como quedó demostrado, no se encuentra expresa en los diccionarios, porque el vocablo resurrección exprime, en sentido general, tanto revivir un cadáver como renacer, o volver a la vida, como está plenamente confirmado en los versículos que pasaremos a transcribir;

"Es necesario que el Hijo del Hombre sea entregado en manos de hombres pecadores, y que sea crucificado, y que resucite al tercer dia". (Cap. 24, v.7, Ev. San Lucas).

Es empleado el vocablo "resucitar" tanto para el caso de Lázaro como para el caso del propio Señor, que es diferente: en el primer caso, Él da vida a otro; en el segundo, Él da vida a Sí mismo.

Uno ve, también, que la misma palabra es usada en el sentido material y espiritual, como se observa en todo el Evangelio, donde tiene ambas interpretaciones. En el versículo siguiente, hallamos que "resurrección" se refiere, en el sentido espiritual, a "renacimiento"en el Cielo:

"Pero en cuanto a que los muertos han de resucitar, aun Moisés lo enseñó en el pasaje de la zarza, cuando llama al Señor, Dios de Abraham, Dios de Isaac y Dios de Jacob. Dios no es Dios de muertos, sino de vivos, porque para Él todos viven". Cap. 20, vs. 37 y 38, Ev. San Lucas).

Refiriéndose, nuevamente, a la "reencarnación", "renacimiento" o "resurrección", en el Apocalipsis de San Juan, encontramos:

"Pero los otros muertos no volvieron a vivir hasta que se cumplieren mil años. Ésta es la primera resurrección".

"Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección; sobre ellos no tendrá poder la segunda muerte, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo y reinarán con Él por mil años". (Cap. 20, vs. 5 y 5, Apocalipsis). 

Se expresa, terminantemente, en el Evangelio, el regreso de los que desean alcanzar mejor resurrección, entendiéndose que regresarán, renaciendo en el mundo, con el fin de renacer, también, espiritualmente, conociendo la Doctrina del Señor; porque es aquí, en la Tierra, donde debemos alcanzar la Unificación con Dios, y no esperarla en los Cielos.

Debemos seguir los pasos de nuestro Señor Jesucristo y Sus Apóstoles, que desde el plano físico principiaron esa Unificación, y la enseñaron a los hombres. Si así no fuera, no habría motivo para que el Señor viniese al mundo como hombre.

Realmente, si no fuera por los "renacimientos", ¿cómo se explicaría la salvación de todos los hombres?:

"Que por esto mismo trabajamos y sufrimos oprobios, porque esperamos en el Dios vivo, que es el Salvador de todos los hombres, sobre todo de los que creen". (Cap. 4, v.10, la Ep. de San Pablo a Timoteo).

Estas palabras del Señor han sido interpretadas tan erróneamente que existe el prejuicio arraigado en muchos de que es suficiente tener fe en Dios o tener fe en Cristo, o en ambos, Padre e Hijo, para tener asegurada la salvación. Mas explícitamente, basta creer en la existencia de Cristo o de Dios para salvarnos.

Olvidan, los que así creen, que nuestro Señor Jesucristo dijo también: "Quién cree en mí, cumple mis mandamientos y los guarda ..."

Y que el Dios vivo es el Espíritu Omnipotente que sostiene y dirige permanentemente el Universo visible e invisible.

Si el "Dios vivo es el salvador de todos los hombres, sobre todo de los que creen", esto se ha de interpretar directamente, en el sentido de que se salvarán primeramente los que primero crean y sigan Su Doctrina. 

De ahí los consejos de los Apóstoles para que todos siguiesen la Doctrina como los corredores, deseando cada cual ser el primero a llegar a la meta, para recibir el premio ... 

¡Hasta nuestra conciencia nos hace ver la grandeza de la Justicia Divina!

Consecuentemente, la condenación eterna es otro absurdo, derivado de la falta de entendimiento espiritual, que es otro entendimiento, diferente del entendimiento común de los hombres.

El Evangelio habla del "fuego eterno", donde irán los condenados, pero no dice que estos quedarán allá eternamente. Aclaremos: el infierno es un lugar eterno, pero de donde las almas, después de su correspondiente expiación, salen, para continuar su evolución espiritual, encarnándose en diferentes cuerpos, hasta llegar a la Unificación, que es la Meta Final.

En cuanto al "purgatório", nada dice el Evangelio. Es, por lo tanto, una invención humana.

Fácilmente se comprende el error de no aceptar la Ley de los "renacimientos", si nos compenetramos del hecho de que eso implicaría una injusticia, al preguntarnos por la suerte de los hombres que existieron antes de la venida del Señor.

Es indiscutible que los hombres renacen hasta llegar a la aceptación de la Doctrina de la Obediencia, porque "al fin todos serán salvos":

"Quien hablare contra el Hijo del hombre será perdonado; pero quien hablare contra el Espíritu Santo no será perdonado ni en este siglo ni en el venidero". (Cap.12, v. 32, Ev. San Mateo).

En las traducciones inglesas y castellanas, la palabra del original bíblico fue traducida por los vocablos "century" y "siglo", respectivamente, que en esos idiomas tienen una acepción dupla, de cien años y de un período largo de tiempo. En portugués, fue traducida por el vocablo "mundo". Mas, en todas esas traducciones, como en las de otros idiomas, se debería emplear la palabra "ciclo", que es la que realmente le corresponde en todos los idiomas, pues las expresiones evangélicas "en el principio del siglo", "en el fin del siglo", dan a entender que la palabra siglo no se refiere a un período de cien años, mas a un período de tiempo que comprende la vida del Universo. Pues bien, dando la justa interpretación a las palabras del Señor, tenemos una de las pruebas más concluyentes de la "reencarnación", ya que, deduciendo en este sentido las palabras del Señor, se comprende que la salvación es por partes, en todos los ciclos, correspondiendo al tercer ciclo o tercer Universo la salvación de todas las almas que no alcanzaren la redención en este ciclo ni el ciclo siguiente.

Con esta enseñanza, concordante con las anteriores, se entiende que, sin practicar la Doctrina, nadie se salva: todos tendrán que renacer hasta seguirla en alguna de las reencarnaciones de este ciclo o de los ciclos venideros.

Como dijo el Apóstol San Pablo, según la Ley (de Moisés) nadie se salva; por lo tanto, tendrían que salvarse dentro de la LEY DE CRISTO, que es la LEY DE OBEDIENCIA, que vino con el Espíritu Santo, para lo que fue necesario, en el Plan Divino, la transubstanciación del Hijo en el Padre, pues el Hijo, conforme el Evangelio, al dejar el mundo físico, "recibió Su última glorificación".

Él, pues, en forma de Espíritu Santo, vino al mundo (después de Su muerte material y resurrección física, elevándose a los cielos a la vista de Sus Apóstoles), venida que se conoce, ahora, con el nombre de Pentecostés. Esto sirve para reafirmar la existencia de los "renacimientos" como indispensable para la salvación de "todos" los hombres, que temprano o tarde tendrán que buscar la Senda del Señor.

Volviendo a ocuparnos de los Instructores Divinos: todos ellos enseñaron la existencia de la "reencarnación" para alcanzar la Unificación con Dios. Vinieron a la Tierra trayéndonos el Mensaje de lo Alto, en armonía con un Plan muy superior a lo que la mentalidad humana podría concebir, y relativo al estado evolutivo espiritual de los pueblos.

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